ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DEL PADRE MÉNDEZ

El día 1 de Abril de 1924, en la casa de Porta-Coeli de Madrid, Francisco de Asís Méndez (el P. Méndez) entregaba su alma a Dios Trinidad, a quién había consagrado su existencia desde aquella tarde de otoño en la que paseaba por el Retiro de Madrid y un amigo le confió su decisión de abandonar el sacerdocio para ser médico. Ante esta decisión de su amigo, él decidió ocupar su lugar, él se haría sacerdote.

Hay muchos momentos en su vida en los que va tomando decisiones que muestran su firme y decidida voluntad de buscar y entregar su vida siempre a Dios. Él mismo relatará como en unos ejercicios espirituales que realizó, orando en la cripta de la Iglesia de la Encarnación, se postró ante Cristo crucificado, meditando sobre el Reino… “Dios le inspiró formar una pequeña comunidad religiosa para acoger a las jóvenes que se quedaban fuera del Reino por no tener quién las orientara, acogiera y consolara cuando más lo necesitaban”. (Fco. Méndez, Cartas Familiares 63 y 69)

Pero para llevar a cabo la fundación le faltaba la pieza clave, hasta que conoció a Mariana Allsopp. A través de su dirección espiritual irían descubriendo cómo ambos coincidían en su búsqueda por hacer realidad los planes de Dios en su vida y por dar respuesta a las necesidades que la sociedad de su tiempo les presentaba en aquellas jóvenes que llegaban a Madrid para buscar trabajo y muchas veces eran víctimas de la esclavitud del pecado. Les dolía el drama de quienes sufren injustamente. Y así fundaron el Instituto de Hermanas Trinitarias, donde comenzarían a ofrecer, a las jóvenes que a ellos llegaban hogares que tuvieran la puerta siempre abierta, a cualquier hora del día y de la noche, donde no sólo se pudiera dar cama, pan y consuelo, sino además celebrar una fiesta por el regreso a la Casa del Padre.

Antes de morir a las hermanas les dejó como legado y testamento espiritual las siguientes palabras: “Hijas mías, no pidáis nunca nada, sino cumplir la voluntad de Dios. Si alguien os ofende perdonadle sin demora” Estas palabras reflejan una vez más esa búsqueda constante de la voluntad de Dios y el deseo de vivir ofreciendo el perdón y la misericordia que recibimos constantemente de Dios y que habían sido en esencia el fundamento de su vida.