Carta a Madre Mariana en su aniversario

Querida MADRE:
Quisiera hoy encontrar las palabras adecuadas para dirigirme a ti, aunque siento que la actitud más sagrada y la que más desborda el corazón en nombre del amor, es quizás la misma que reinaba en el de cada una de aquellas primeras trinitarias: el silencio, lo más sagrado y elocuente que el corazón puede expresar.

Las trinitarias de entonces tuvieron la dicha de tenerte físicamente entre ellas, recibiendo tu amor de madre y hermana manifestado en el vivir de cada día. ¡Cuantos recuerdos tuyos quedarían grabados en sus vidas!

Las trinitarias de hoy contamos con esa manera especial de que estés presente entre nosotras: la manera de Dios, la que te regaló cuando te llamó a gozar de su Amor y la que nos regaló con tu vida guiada y entregada al Amor. Contamos con tu presencia espiritual. Con esa Vida que trasciende toda vida, acompañando cada paso de la nuestra en este camino que también fue el tuyo.

Las trinitarias de ayer y las de hoy tenemos la dicha de compartir contigo tus mismos sentimientos, tu mismo proyecto de seguir a Jesús sirviendo a la juventud. Gracias por tu docilidad en dejarte guiar por Dios y abrirnos este camino, este nuestro lugar en la Iglesia y en el mundo.

… Y en el silencio sagrado y elocuente de la ternura del nacimiento de la vida cada mañana quiero abrir el corazón, cómplice verdadero del amor, a esas palabras que le susurras en su nombre cada día:

 

“La virtud que tiene que practicar
de un modo especial es:
el abandono en manos de Dios.
Puede creerlo, Hna. mía, el Señor
la quiere mucho, es un alma
privilegiada y por lo tanto
nada de temores y
un agradecimiento profundo”.

                                                                                                                         Con cariño te abraza tu hija:Luci