TIEMPO DE CUARESMA Y GRACIA

 CINCO  " CES"  PARA  LA  CUARESMA

1. CAMINO . Se trata de una metáfora clásica de la vida; ya desde antiguo: Abraham, Ulises... Como el camino, la vida tiene un principio y un final. Y una dirección. El tiempo de cuaresma es camino hacia la Pascua. Implica que hay que moverse; no como vagabundos o nómadas, sino como peregrinos que conocen la meta y el mapa. La cuaresma nos recuerda que el seguimiento de Jesús implica un recorrido. Nos llama a caminar tras él, a vencer sus tentaciones, a reproducir sus sentimientos y a actualizar sus actitudes: libertad, amor, confianza, oración. No es suficiente con las prácticas religiosas ru-tinizadas y repetidas una y otra vez como un ritual. No basta con dar culto a Cristo. La fe cristiana implica recorrer un camino; es praxis de los pies hacia los necesitados ocasionales como el samaritano; hacia los excluidos y las periferias; hacia las sorpresas y la novedad de la Pascua.

2. CRISMA En el bautismo recibimos la unción con crisma; fuimos ungidos; fuimos incorporados a la vida y misterio de Jesús, profeta, sacerdote y rey. Fue sólo un comienzo, como una semilla, una energía; por eso, tiene que desarrollarse y crecer hasta la plenitud de vida. El tiempo de cuaresma es memoria y recuperación de nuestra trayectoria bautismal. Revivimos y ratificamos las promesas del bautismo renunciando al fatalismo, a la violencia e in-solidaridad. Personalizamos la dinámica del bautismo como progresiva configuración con Cristo en su misterio y en los caminos humanos que llevan hacia él. El sacramento llega a ser "sacramento de la fe" no ya prestada, sino personal, personalizada y personalizadora. Y eclesializada.

3. CONSAGRACIÓN La vida de cada persona ha sido conformada a la de Jesús. Todo parte de él; el Padre nos santifica en la santidad del Hijo, nos consagra en la humanidad sagrada del Hijo, nos hace hijos en el Hijo amado, nos unge en el amor del Espíritu. De esta bautismal consagración fundamental emerge y se despliega la consagración religiosa. Los consejos evangélicos no alejan de las promesas del bautismo; introducen más profundamente en ellas. El camino espiritual de los consagrados por la profesión de los consejos evangélicos es un camino bautismal. Este tiempo de cuaresma brinda la oportunidad de hacer memoria del bautismo, de renovar la opción fundamental y permanente por el seguimiento de Cristo. La vida consagrada es escuela de discipulado permanente.

4. CATEQUESIS El tiempo cuaresmal es memoria del proceso catecumenal. La liturgia tiene vestigios de este proceso. Propone los textos bíblicos básicos, los momentos de escrutinio, los pasajes del camino iniciático hacia la fe, la oración, la familiaridad con la palabra de Dios, la moral evangélica. Rehacer el camino catecumenal significa intensificar el contacto con la Palabra viva de Dios que se contiene en la Escritura, con las celebraciones comunitarias de los sacramentos en los cuales sigue actuando y haciéndose presente el Jesús resucitado. Es una oportunidad para responder a la pregunta: ¿Qué motivos tengo para ratificar y renovar hoy mi propio bautismo?

 5. CUERPO Cuaresma es tiempo de conversión al sueño de Dios para nuestras vidas. Y sabemos también que la conversión tiene por objeto lo mejor de nosotros mismos. Se trata de convertirnos a nuestra más honda aspiración y nuestro sueño más profundo de felicidad, es decir, de relación y comunicación. Y eso pasa por valorar y cuidar mejor nuestro propio cuerpo, sin maltratarlo con excesos de actividad o con exceso de inercia. Aprender a tomar conciencia de nuestros cuerpos como presencia, como revelación y comunicación. De esa manera, podemos agradecer la maravilla de nuestro cuerpo y bendecir el cuerpo de los hermanos y hermanas. Y en consecuencia integraremos mejor las energías de nuestro cuerpo y de nuestra mente concentrándolas en la gran pasión de amor que es Jesucristo; curaremos esas heridas que nos hacen mirar atrás como la mujer de Lot; liberaremos nuestras esclavitudes, que nos hacen andar encorvados. Y caminaremos erguidos hacia la Pascua del Señor.

Bonifacio Fernández (Claretiano)