
DE LAS VIRTUDES DE LA VENERABLE MADRE MARIANA:
Su oración era continua, estaba pendiente del querer de Dios, convencida de que Él siempre actúa. Ella sabe y percibe que Dios la ama: experimenta su amor gratuito, lo acoge, lo vive, lo goza y lo testimonia. Con su vida anuncia y revela que Dios es amor y sólo amor, manifestado en su Hijo Jesús. Y confirmado constantemente en el Espíritu que actúa sin cesar en nuestra vida. Sabe que Dios resolverá cualquier problema en el mejor de los modos, aunque a veces nos cueste aceptar como resuelve, su gracia siempre va a actuar.
Varios testigos afirman que, en todos los acontecimientos gratos o adversos, buscaba la presencia de Dios, y creía íntegramente en su amor. Un testigo declara: “Tenía una paciencia enorme, e insistía a las Hermanas que fueran pacientes con las chicas, esperando el momento oportuno para que la joven pudiera cambiar, como ella decía, esperando que la gracia de Dios actúe en las almas”. La misma paciencia tiene ella con las hermanas. Y dice: Dios también tiene mucha paciencia conmigo.
El hacer de M. Mariana es sencillo, pero lo que trasmite es muchísimo, porque en el centro está Dios. Ella le reconoce al ver unos frutos que no corresponden a la medida humana. Así lo vemos cuando repasa el desarrollo del primer año de fundación. “¡Oh Jesús de mi corazón! Un recuerdo cruza por mi mente en este momento que de confusión me llena. Un año hace que se abrió este Asilo para dar gloria a Dios. ¿Quién hubiera jamás imaginado los beneficios que íbamos a recibir, las desgraciadas criaturas que aquí se acogerían y que la Obra comenzada llena de temores, se desarrollaba de una manera prodigiosa, en breves meses!”.
Como en el Evangelio, cuando los discípulos echan las redes en su nombre y reconocen al Señor en el fruto de la pesca, M. Mariana reconoce al Señor en la abundancia de dones y bendiciones: ¡Es el Señor! Pero los testigos también reconocen la presencia del Señor en lo que M. Mariana trasmite.
Muchas personas que la conocieron subrayan el impacto que dejaba su semblante amable, sereno y lleno de bondad. Dicen los testigos: “Reflejaba la gracia de Dios que llevaba dentro … La serenidad y armonía que se trasluce en el rostro de Mariana es espejo de su alma transparente, iluminada por la gracia de Dios”. Y reconocían al Señor: “sus palabras encendían el corazón de las jóvenes elevando su nivel moral, su amor y su bondad. Cuando una chica salía de hablar con ella, se le notaba el cambio. Este efecto hacía decir a muchos: Dios está en ella”.