En el aniversario del nacimiento de nuestro Padre Fundador, Francisco de Asís Méndez Casariego, queremos recordar esta carta de una Hermana Trinitaria.
Mi queridísimo Padre:
Hace ya, nada menos, que 137 años que se inició esta maravillosa obra que con tanta fuerza y constancia impulsaste y promoviste hasta tus últimos días. Con motivo del aniversario de tu nacimiento, quiero darte las gracias por tu apertura a la acción de Dios, por haberte abandonado en sus manos, dejando que Él hiciera de ti un instrumento para llevar a cabo su proyecto redentor. Fue un proceso largo desde que, por primera vez, intuiste, mientras orabas en el sótano de la Encarnación, la hermosa obra que Dios te encomendaba.
Sabías que tú sólo no podías, pero el Señor puso los medios necesarios para que Madre Mariana y tú llegaseis a uniros en una sola pasión. Pasión que solo la fuerza del amor y la confianza en Dios, podían hacer que llegara a hacerse realidad. ¡Y así fue! Gracias a vuestra fidelidad y docilidad a la voluntad del Padre, el día 2 de febrero de 1885, iniciaba su andadura el Instituto de Hermanas Trinitarias. Me pregunto qué sentirían aquellas 6 jóvenes que se alojaron por primera vez en la casa que serviría de cuna a nuestra congregación. ¡Cuántas ilusiones, temores, iniciativas y dudas albergaría su corazón! y cómo no, también el tuyo, pues como padre que da la vida, habías sembrado en su interior la pasión que ardía en tu corazón y ahora las veías iniciar una nueva vida que habría de hacer realidad el sueño que Dios te había encomendado… ¿Serían capaces de llevarlo a cabo? ¿Serías, tú, capaz de acompañarlas y guiarlas en tan ardua empresa, como el padre que enseña a caminar a su hijo sin permitir que este se lastime?
Sí, padre, fuiste más que un padre para las hermanas y las jóvenes que tuvieron la dicha de conocerte y convivir contigo. Creo que cumpliste con creces tu parte en este proyecto, pero ¿estamos cumpliendo nosotras, las trinitarias del siglo XXI, con nuestra parte? La misión trinitaria es hoy más necesaria que nunca en este mundo herido en el que vivimos. Son muchos los que actúan como bomberos que intentan apagar el fuego que Dios vino a poner en la tierra y cada vez son más las ovejas que se pierden por no encontrar al Pastor o no querer Conocerle.
Ciertamente, nuestra tarea no es fácil y en ocasiones parece imposible llegar al corazón de nuestras jóvenes, pero hoy más que nunca, te pido, padre, que sigas sembrando en el corazón de cada trinitaria, la pasión que llevaste en tu corazón. Danos tu constancia, tu abandono en las manos de Dios, tu confianza en Él, tu fuerza arrasadora, para que nunca nos detengamos y sigamos incendiando el mundo con el amor de Dios, haciendo posible que toda oveja perdida pueda encontrar al Pastor; y si viéramos que aún perdidas no se dejan encontrar por Él, ni desean buscarle, no nos desanimemos, sigamos buscando en el mundo de hoy, lugares donde las jóvenes busquen a Dios sin hallarle y pongamos todos los medios a nuestro alcance para que lleguen a encontrarse con Él, extendiendo así esta hermosa obra que tú iniciaste y Dios quiera que siga creciendo hasta llegar a todos los rincones de la tierra. Gracias, Padre Méndez, por ser más que un padre para nosotras y no dejes nunca de velar por tus hijas las trinitarias.
Con todo mi cariño de hija y hermana.
Merche