Finalmente, el sábado 22 de septiembre en la capital china, quedó firmado el acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos. Ocurrió en la reunión de dos delegaciones encabezadas respectivamente por Antoine Camilleri, subsecretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede y Wang Chao, viceministro de Asuntos Exteriores de la República Popular China. El acontecimiento fue anunciado ese mismo día en Roma y Pekín. Aunque no se publicó el contenido del documento (detalle que despertó suspicacias), una nota oficial vaticana informó de que regula las designaciones episcopales y otras «cuestiones de gran relevancia» para la vida de la Iglesia, además de «crear las condiciones para una más amplia colaboración a nivel bilateral». También indicó que su aplicación será periódicamente monitoreada, aunque no precisó las modalidades.
El nombramiento de obispos ha sido el punto más complicado en los largos y atormentados contactos bilaterales. Vínculos que no se pueden equiparar con relaciones diplomáticas estables. Al menos por ahora. En sentido estricto, nunca ha existido relación diplomática alguna entre el Vaticano y la República Popular, proclamada por Mao Zedong y el Partido Comunista Chino en 1949. En aquel año y tras la derrota militar, Chiang Kai-shek trasladó el Gobierno de la entonces República de China a la isla de Taiwán. Y se llevó con él las relaciones oficiales con el Vaticano. Por eso, el pequeño Estado papal es hoy él único en Europa que reconoce formalmente al Gobierno taiwanés. Desde entonces, en la China continental se gestaron dos comunidades católicas distintas: una compuesta por obispos, sacerdotes y fieles dependientes de la llamada Asociación Patriótica, que siempre contó con el beneplácito de las autoridades; y otra, de igual constitución jerárquica pero totalmente fiel a Roma, llamada coloquialmente «subterránea». Una situación única y paradójica.
Por eso, durante años, se habló de «dos Iglesias» en territorio chino. Pero la realidad es diferente. Por eso, algunas semanas atrás, el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, aclaró que nunca existieron dos Iglesias en el país asiático, sino «dos comunidades de fieles que están llamadas a cumplir un camino progresivo de reconciliación hacia la unidad». Un estado de cosas confirmado por la situación de muchos obispos que siendo, fieles al Papa, pertenecían a la Asociación Patriótica. Desde antes de la famosa Carta a los Católicos de China escrita por Benedicto XVI, el 27 de mayo de 2007, la Santa Sede ya había adoptado una política interna de reconocer a los obispos patrióticos que deseasen entrar en comunión con la Iglesia romana.
Andrés Beltramo Álvarez- Ciudad del Vaticano