JORNADA POR LA VIDA

La Comisión Episcopal de Apostolado Seglar ha elegido este año como lema para la Jornada por la Vida, que se celebra el 9 de abril, día de la Solemnidad de la Anunciación: “Educar para acoger el don de la vida”. Porque toda vida humana es un don, es única e irrepetible, valiosa y digna, sean cuales sean las circunstancias en las que se desenvuelve.

Los cristianos reconocemos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y que Él nos ama incondicionalmente. Porque para Dios todos somos valiosos, únicos e insustituibles. Sólo cuando uno se sabe amado incondicionalmente por Dios es consciente de su propia dignidad, y también sabe que los demás son igualmente amados y valiosos. Así podemos ver en los demás a nuestros hermanos, a alguien a quien respetar, amar y ayudar.

Sin embargo, en nuestro mundo actual hay quienes se empeñan en considerar que hay vidas más valiosas que otras, e incluso que hay vidas que no son dignas de ser vividas, si no son lo suficientemente productivas, según el valor que le da la sociedad, o si no tienen lo que consideran una determinada calidad de vida. Pero ¿quién puede establecer hasta qué punto una vida tiene suficiente calidad o es lo suficientemente productiva?

Para la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, la familia es el santuario de la vida, es el lugar y el espacio privilegiado para educar en la acogida del don de la vida, pues el amor incondicional de la familia permite crecer en la seguridad de ser querido pase lo que pase. La familia es el único lugar en el que cada uno es querido por sí mismo, independientemente de sus cualidades, sus logros, de lo que tenga o deje de tener. El papel de la familia en la edificación y desarrollo de la sociedad y de la cultura de la vida es insustituible. El Estado debe apoyar y promover el papel de la familia para que pueda acoger y cuidar a sus miembros, más allá de sus circunstancias vitales, permitiendo a la familia cumplir su misión de custodiar, revelar y comunicar el amor Una sociedad que no cuida y protege a la familia y a sus miembros más desfavorecidos es una sociedad enferma y sin futuro, porque toda vida humana es digna de amor y de respeto.