Querido padre:
Quisiera hoy acercarme a ti con el corazón del que sabe que el Amor y la ternura se derraman en el mundo con la creación de cada ser como don de Dios, y en tu presencia darle gracias por haberte creado.
Con tu nacimiento Dios se acercaba una vez más al mundo para manifestarle su Amor, y tú ¡supiste tan bien transmitir esa vida que te dio vida, ese amor que te creó! Sin duda aquel 21 de Junio, con la llegada del calor del verano, llegaba también el calor del amor a tu familia, a la vida de la Iglesia y a la sociedad, en especial a esa parte de la sociedad que es la juventud marginada y excluida, la más necesitada del calor del amor.
Nacía para ellos la esperanza de un futuro mejor. Nacía para ellos aquel que con la entrega incondicional de su vida daría vida a quienes la habían perdido o estaban en peligro de perderla. Hoy, al pensar en ti y en Jesús, pienso en tu familia y en la suya, y me atrevo a sentir que la tuya se asemejó un poco a la suya.
Cautivado por el fuego del Amor y en tu vida de respuesta a él, dejabas también a tus padres sin palabras, contemplando tus acciones y sumidos en el más profundo y fecundo silencio. El fuego y su fuerza, el calor y su poder caracterizaron siempre tu vida y tu obra. Haciendo tuyas las palabras de Jesús: “Fuego he venido a poner en la tierra y ¿qué quiero sino que arda?” y guiado y cautivado por ese fuego, como Moisés, iniciabas la gran aventura de la liberación de los oprimidos …Y Dios también era cautivado por el hombre. ¡Gracias, padre, por el ejemplo de tu vida y por el fuego que dejaste encendido en la familia que creaste!
Te abraza con amor, en este día de tu cumpleaños, tu hija.
Una Hermana Trinitaria