Carísima Hija:
Mañana es San Francisco de Asís ¿cómo no recordar con agradecimiento inmenso los obsequios y las felicitaciones de otros años? ¡Ah! sería ingratitud y bien saben que esta no cabe en mi corazón, y precisamente por no caber ese olvido ingrato es por lo que tanto sufro de continuo. Pero dejemos esto, Hijitas mías, y recibid desde esta apartada aldea el recuerdo de vuestro Padre que os desea toda la felicidad posible en la vida que se llena de gozo al ver todo lo que trabajáis, que comprende el sacrificio diario, continuo mejor dicho, de la vida Trinitaria y que admira los frutos que de esos trabajos sacáis. Sí, Hijas mías, trabajad, pero trabajad con vuestro corazón lleno de alegría locas de contentas de haber sido llamadas por la Trinidad Beatísima a Obra tan hermosa y siempre dispuestas y siempre ansiosas de que otras vengan a formar parte en la hermosa Obra en que trabajáis, facilitándoles los medios de realizar sus aspiraciones a aquellas a quienes Dios, por su misericordia, llama.
Yo de mi parte ya sabéis que poco puedo y que otra obra igualmente grande está reclamando las pocas fuerzas que me quedan, pero esto poco que puedo, ya sabéis que está a vuestra disposición; no olvidéis el consejo que tantísimas veces de palabra y por escrito os tengo dado, que en cualquier circunstancia que os halléis, en cualquier duda que os ocurra, en cualquier turbación que pueda sobreveniros, y cuando veáis una cosa como dificilísima o quizá contraria a lo que debe ser, os preguntéis pero con verdad: “¿Qué me diría el Padre si ahora le preguntara, o si me viera o me oyera?” y tened la seguridad, pero completa de que en contra de todo lo que el demonio os ponga por delante, os saldrá bien si seguís mi voz, luego de daréis las gracias.
Mirad, Hijas mías, que soy muy mayor y los años me han hecho aprender mucho y además que al deciros que hagáis lo que yo os diría, no es que tenga la presunción de ser infalible, ni que fíe en mi inteligencia; es que como todos mis deseos y todos mis consejos son siempre el amor de Dios y la generosidad para con Él y el mirar todo lo de la tierra como medio para ganar el cielo, si lo hacéis, amaréis a Dios, veréis en todo lo que os rodea medios para perfeccionaros y gozaréis y ganaréis méritos extraordinarios en aquello que mirándolo de otro modo, sería causa de pérdida y de sufrimiento. No puedo más, quiero escribir a todas las casas y así termino dándoos la bendición y pidiéndoos un Padre nuestro al Santo. Vuestro verdadero Padre.
Francisco A. Méndez.
CARTA LXXXV Villagarcía, 3 de Octubre de 1915.