Cada 4 de octubre el Instituto de Hermanas Trinitarias, cuando se celebra la memoria litúrgica de San Francisco de Asís, mira a su fundador porque en su bautismo había recibido ese mismo nombre en razón de que el entonces rey de España, su padrino de bautismo, se llamaba también así.
Al mismo tiempo muestra su agradecimiento a don Francisco de Asís Méndez Casariego especialmente en este día porque el 4 de octubre de 1874, a sus 24 años, fue misacantano; dijo, o “cantó” como se decía y hacía, su primera Misa en la iglesia que ahora es basílica de San Miguel, donde había sido bautizado en 1850 y entonces era iglesia parroquial de San Justo y Pastor. Y si el Bautismo, su primera Comunión y su primera Misa se celebraron en esa iglesia, todas las órdenes ministeriales “mayores”: subdiaconado, diaconado y presbiterado las recibió en la iglesia de la calle Sacramento, entonces de las monjas cistercienses Bernardas y ahora catedral castrense. Y las recibió de manos del mismo obispo, Mons. Francisco de Sales Crespo y Bautista, obispo auxiliar de Toledo para Madrid, pues Madrid no sería diócesis hasta 1885. Al poco de la constitución de la nueva diócesis don Francisco, después de haber sido coadjutor y párroco de la parroquia real situada transitoriamente en la iglesia del Real Monasterio de la Encarnación, fue nombrado canónigo del primer cabildo catedral. Como se recordará, la colegiata de San Isidro hizo de catedral de Madrid desde 1885 hasta 1993, cuando san Juan Pablo II dedicó la recién concluida catedral de Santa María la Real de La Almudena. Don Francisco estuvo, pues, en la colegiata de San Isidro como canónigo de Madrid desde 1885 hasta su muerte el 1 de abril de 1924, cuarenta años.
Había sido ordenado presbítero el 19 de septiembre de 1874 y en aquellos días hasta su cantamisa celebró la Misa privadamente. Muchas veces las ordenaciones se realizaban entonces de forma privada, incluso en el oratorio del obispo diocesano, aunque no fue este el caso; se solía dar mayor importancia a la primera Misa que a la ordenación sacerdotal; y las invitaciones se cursaban a las personas allegadas solo para el cantamisa. Su invitación, con distintas letras de imprenta, se lee así: “El presbítero Dn. Francisco de Asís Méndez Casariego, Licenciado en Derecho Civil y Canónico, Celebrará por primera vez el Santo Sacrificio de la Misa el Domingo 4 de Octubre a las 10 de la mañana en la Iglesia Parroquial de Sn. Justo y Pastor de esta Corte. Los Padrinos: Dr. Dn. José Vigier y Díaz Álvaro, Presbítero, y el Excmo. Sr. Conde de Adanero, y los padres del nuevo Sacerdote tienen el honor de invitar a V. en nombre de este, a tan solemne acto en el que será orador el Sr. Dn. Emilio Santa María.” Don José Vigier era un sacerdote que le ayudó desde los primeros momentos de su vocación. Y se confesaba con él. El conde de Adanero era don José María de Ulloa y Ortega-Montañés. Como el Rey Francisco de Asís de Borbón estaba desterrado en Francia y anteriormente había aceptado ser su padrino de Bautismo, ahora el neosacerdote le agradecía aquel gesto invitándolo a ser también padrino de su cantamisa, y por eso lo representaba el conde de Adanero. Y le predicó, como entonces se estilaba, otro sacerdote: don Emilio Santa María. Año tras año don Francisco de Asís Méndez Casariego agradecía a Dios haber sido llamado al sacerdocio en sustitución de un seminarista que abandonó el seminario.
Él personalmente el día de su santo recordaba el día de su cantamisa. El 3 de octubre de 1909, desde la casa de Sevilla escribía a la Madre y Hermanas de Madrid: “Como no puedo estar presente en el día de mi santo no quiero que les falte mi carta (…) Hace ya 31 años que canté mi primera Misa ¡qué ilusiones tenía! ¡qué energía! ¡qué propósitos!” Seguidamente, con humildad confesaba el contraste con su vida pero no se desanimaba sino que, más que pensar en él, pensaba en sus Trinitarias: “En esta situación qué hacer, Hijas amadísimas, sino pedirlas en este día en que es de suponer me quieren obsequiar, que me ofrezcan como regalo cada una, un propósito firme, verdadero de amar a Dios, de seguir los consejos que les tengo dados y que pueden estar seguras son para su bien”. En su penúltima carta, el día de la Inmaculada de 1923, escrita en el Hogar de Porta Coeli tres meses antes de morir, dirigida a las Trinitarias de Marqués de Urquijo, y para todas, recordaba sus pasos hasta la ordenación sacerdotal: “Por lo tanto como hoy a las siete de la noche fue el día en que hace 50 años me quité la barba para ir a Toledo al Seminario y recibir las primeras órdenes sagradas, esto es, dar el primer paso para el sacerdocio al que fui subiendo luego en las órdenes de Cuaresma, de Sma. Trinidad y S. Mateo en que ya me ordené de sacerdote.
Os pido que desde hoy en todos estos meses que fueron como mi noviciado me ayudéis a dar gracias a Dios por los muchísimos beneficios que me ha concedido no sólo eligiéndome para sacerdote y apartándome de la carrera de ingeniero, sino otros muchísimos más que conozco (como son haberme librado milagrosamente de la muerte) y otros muchísimos que yo no conozco.” Cada 4 de octubre es día de agradecimiento a Dios por la vocación sacerdotal de don Francisco, quien ya ha sido declarado Venerable en 1993 por el papa san Juan Pablo al reconocer sus virtudes heroicas. Sin él y sin su sacerdocio no hubiera nacido este instituto de Hermanas Trinitarias. Y cuando entramos y vemos la catedral castrense en la calle Sacramento, la basílica de San Miguel en la calle San Justo y la colegiata de San Isidro en la calle Toledo, no podemos menos de poner los pies donde él puso sus pasos, para una configuración más fiel cada día con el carisma que él recibió y encarnó primigeniamente la Madre cofundadora, la Sierva de Dios Mariana Allsopp y González-Manrique.
San Francisco de Asís, día de su santo y día de su cantamisa.
Joaquín MARTÍN ABAD